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• Durante tres días, el Centro Diocesano de Espiritualidad de Valladolid ha acogido las VII Jornadas Católicos y Vida Pública, organizadas por la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y la Fundación Universitaria San Pablo CEU, bajo el lema «La libertad de los hijos de Dios». Un encuentro que ha invitado a reflexionar, desde la fe, sobre el sentido más profundo de la libertad, entendida como don, desafío y camino de esperanza.

La inauguración corrió a cargo del presidente de la ACdP, Alfonso Bullón de Mendoza, quien recordó que «la libertad es un bien instrumental, porque puede llevarnos hacia la verdad o en dirección contraria». Subrayó que el libre albedrío concedido por Dios nos da la capacidad de elegir, pero que la verdadera libertad consiste en actuar conforme a sus planes. En su intervención alertó sobre «la poderosa cultura de la cancelación», que puede conducir a «la muerte civil». El vicario general de Valladolid, Jesús Fernández Lubiano, apeló a la necesidad de «delimitar los conceptos» en una época en la que las palabras pierden su sentido. El concejal Francisco de Paula Blanco subrayó que hablar de católicos en la vida pública es hablar de coherencia y que, en tiempos dominados por la inmediatez, los valores cristianos son «más necesarios que nunca».

Libertad como Don

En el diálogo posterior, el catedrático José Francisco Serrano Oceja analizó una sociedad «cansada y decepcionada de sus propias conquistas», para quien «el futuro no es incertidumbre, sino promesa». El padre José San José Prisco, por su parte, recordó que «la fuente de la libertad es el amor», pues «al dejar de buscar la verdad, nos hacemos esclavos de nuestras pequeñas verdades». Advirtió, además, que la defensa de la vida humana «no depende de nosotros, sino de Dios», y concluyó que «la libertad es un don para los hijos de Dios».

Finalmente, se pasó al testimonio y la actuación musical del dúo José y Vali Olguín (Valiván), quienes pusieron el broche de la primera sesión – parafraseando el título de las jornadas– que «si yo quiero ser libre, tengo que escuchar al Espíritu, tengo que dejarme habitar por el Espíritu, y esto, hermanos, es un don. Por eso la libertad es un don para los hijos de Dios».

Libertad en la adversidad

La segunda jornada, titulada «La libertad en la adversidad», reunió al filósofo y rector de la Universidad CEU Cardenal Herrera, Higinio Marín, y al médico y catedrático José María Eiros. Marín explicó que la adversidad no pertenece al orden original de la creación, sino al desorden del pecado, y que «la esperanza es la forma de afrontar todas las adversidades». Eiros, desde la mirada del creyente y del científico, señaló que «nuestro conocimiento es parcial, pero el ansia de eternidad solo se responde desde Jesucristo». Recordó, con Benedicto XVI, el valor del «martirio cotidiano», y con Viktor Frankl, la libertad interior del hombre incluso en el sufrimiento.

El sacerdote y misionero Manuel Jesús González López de Lemus cerró la sesión con su testimonio desde Kenia, donde descubrió «mucho mal, pero también mucha bondad». Definió la libertad como «la facultad que nos ha dado Dios para elegir el bien», y recordó que en toda vida humana el trigo y la cizaña crecen juntos.

La libertad en la España actual

La tercera sesión, bajo el título «La libertad en la España actual», contó con la participación de María San Gil, vicesecretaria de la ACdP, y del periodista y director adjunto de El Debate, Luis Ventoso. La exdirigente vasca evocó los años de amenaza terrorista en el País Vasco: «Vivíamos en una sociedad aparentemente democrática, pero si te oponías a los poderes hegemónicos, te mataban». Confesó que «hasta 2018 viví con escolta» y que solo entonces descubrió «la libertad física», aunque «la interior la he tenido siempre». Afirmó que «los católicos no estamos para hacer lo fácil, sino lo correcto», y que esa fidelidad al bien «da sentido a la vida».

Ventoso ofreció una lectura histórica y cultural de la libertad, recordando que «la religión católica es la fe de la libertad» y que «en Occidente estamos cediendo parcelas al rodillo del Estado». Denunció los intentos de uniformar pensamiento e historia y advirtió que «sin Dios no se pueden establecer códigos morales». Ante este panorama, propuso volver la mirada a lo trascendente, «porque de Dios emana la dignidad, nuestra alma inmortal y todo lo que verdaderamente importa».

Las jornadas concluyeron con una misa final, signo de que la auténtica libertad cristiana —don, cruz y promesa— solo puede comprenderse a la luz de Cristo, que libera al hombre del miedo y lo invita a vivir en la verdad.