
Propagandistas de Guadix participan en la Asamblea Diocesana de Granada
17 de junio de 2025
- La jornada, de gran intensidad, congregó a 1.240 fieles procedentes de toda la diócesis: religiosos, laicos, movimientos, asociaciones, parroquias y familias que, con un solo corazón y una sola alma, respondieron a la llamada a “caminar juntos”.
En un ambiente de comunión, fraternidad y profunda espiritualidad, varios miembros del Centro de Guadix de la Asociación Católica de Propagandistas asistieron con espíritu de servicio el pasado sábado 14 de junio a la Primera Asamblea Diocesana de la Archidiócesis de Granada, celebrada en el emblemático Auditorio Manuel de Falla. Convocada por la Vicaría de Pastoral y presidida por Mons. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, el evento es un hito de comunión eclesial, de Iglesia viva, como así la llamaba nuestro Padre Ayala, como madre y maestra que convoca, forma y envía.
La asamblea fue un reflejo palpable del alma sinodal de la Iglesia: una Iglesia que escucha, discierne y camina unida. Lejos de ser una mera convocatoria formal, esta jornada se convirtió en un verdadero Pentecostés diocesano, donde el Espíritu Santo se hizo presente en los testimonios, las plegarias, la música y los silencios compartidos. En un mundo marcado por la fragmentación y la polarización, la Iglesia de Granada dio testimonio de una unidad que no uniforma, sino que enriquece, y evocando a nuestro propio Herrera Oria, tal evento vino a dar testimonio de una Iglesia que es Cuerpo de Cristo, y, por tanto, lugar de encuentro, no de confrontación; de verdad, no de relativismo; de caridad activa, no de tibieza.
“La oración no es un ideal lejano, sino una gracia concreta”
Caminar juntos, con un mismo propósito, en y con la Iglesia, fue el mensaje central reiterado durante toda la jornada. Un propósito que no es otro que Cristo mismo, buscado y encontrado en su Palabra, en los sacramentos y en la vida comunitaria. Como recordó Mons. José María Gil Tamayo, la comunión no es un ideal lejano, sino una gracia concreta que se vive en la entrega cotidiana, impulsada por el Espíritu del Señor.
En palabras dirigidas por el mismo Señor al corazón de su obispo, que emocionaron profundamente a los presentes, nótese ciertos ecos del padre Ayala en dichas palabras, cuando proclamó: “A Jesús se va por medio de nuestra Madre María, su fe, caridad y unión íntima con Cristo, eso es lo que quiero que vivamos especialmente”. Este llamado a vivir marianamente la fe es también una invitación a una espiritualidad encarnada, fiel y profundamente eclesial, donde no cabe una reforma auténtica en la Iglesia sin vida interior, sin Eucaristía vivida, sin devoción mariana. María modelo de fe, es la que nos muestra, nos enseña a construir comunidad desde el silencio, la disponibilidad y la fidelidad.

La jornada fue también una fiesta de la fe. No faltaron momentos de alegría compartida y riqueza cultural, como la intervención musical del grupo Volver a Siquem, que con sus ritmos ayudó a expresar lo que muchas veces la palabra no alcanza: la alegría del Evangelio. Cada testimonio ofrecido, tanto de laicos como de consagrados, se convirtió en semilla de esperanza para una Iglesia en salida, misionera y enraizada en la vida real de sus fieles, y que de nuevo nos evoca a las enseñanzas del cardenal Herrera Oria, cuando decía “la santidad también se construye en las plazas, en la prensa, en el aula, en el consejo municipal”, la fe no es una reserva privada, sino levadura social.
El punto culminante de la jornada fue la celebración eucarística, tal y como nuestro Padre Ayala nos inculcaba, cuando nos decía que la Eucaristía es la fuente de toda renovación personal y social, proporcionando a los presentes un momento de gracia en la que todos renovaron su compromiso con la misión evangelizadora, viviéndose por los asistentes como una forma ser enviados, de renacer, sellando de esta forma una jornada que ya deja su fuerte impronta en todos los corazones de los que allí estuvimos.
La asistencia de varios de los miembros de la Asociación Católica de Propagandistas del Centro de Guadix fue también un testimonio del compromiso de los laicos organizados con la vida y el futuro de la Iglesia, que vino a reforzar la convicción renovada de que la hora presente exige católicos formados, valientes y profundamente eclesiales. Su presencia humilde pero firme es un recordatorio de que, en palabras de Herreria Oria, “el bien común se edifica con cristianos bien templados”.
La asamblea no fue un punto de llegada, sino un nuevo comienzo. Granada camina ahora con renovado impulso, sabiendo que su fuerza está en la fe común, en la escucha del Espíritu y en la comunión fraterna, pues solo desde ella se vence a la polarización, y sólo desde la fe encarnada se puede construir una sociedad más justa más humana y más divina. Así pues, como los discípulos de Emaús, todos volvieron a sus casas con el corazón ardiendo, reconociendo al Señor en la fracción del pan y en el rostro de los hermanos.