El doctor Gálvez y el obispo Herrera
14 de diciembre de 2021
El lunes 29 de noviembre se presentó en Málaga el libro titulado “José Gálvez Ginachero, doctor de cuerpos y almas” escrito por Francisco García Villalobos, postulador diocesano de la causa de beatificación del doctor Gálvez y secretario-canciller de la diócesis.
Francisco García Villalobos es seglar, padre de familia y abogado. Su libro es de lectura ágil, buena estructura y abundante documentación, además de numerosas fotografías interesantes.
Alguien ha escrito que el doctor Gálvez ocupa un lugar preferente en el corazón y la memoria de los malagueños. Su profesión la desarrolló entre Madrid y Málaga. Su vida es verdaderamente de película, y no sería tontería hacer una película dedicada a él, pues seguro que mostraría muchos episodios ejemplares para todos. Sirva como ejemplo una anécdota: los enfermos de lepra, a los cuales atendía personalmente José Gálvez, se referían a él, cuando no les oía, como “san José”. Como san José, Gálvez era hombre de pocas palabras y muchas obras buenas. Especialista en Ginecología, ayudó a miles de madres de toda clase y condición.
Cuando en 1952 falleció, alguien lo describió así en el diario malagueño “Sur”, evocando a don Quijote: “Fue José Gálvez Ginachero ni alto ni bajo, parco en palabras, largo en obras, de voluntad firme, de trato afable, de vasta erudición, inteligentísimo, patriota, estudioso, magnánimo, limosnero, trabajador incansable, madrugador empedernido, de comunión diaria, caballero intachable y católico perfecto”.
A la sombra de la imponente catedral de Málaga se encuentra la clínica del doctor Gálvez. Y esta cercanía física es también espiritual. Destacó como adorador nocturno, llegando a ser Presidente Diocesano; fue benefactor y cooperador salesiano, miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl, apoyó a las Escuelas del Ave María, al Asilo de los Ángeles… Como seglar comprometido, fue nombrado Alcalde de Málaga durante unos años, desarrollando una gran mejora sanitaria en el abastecimiento de aguas evitando las epidemias, y donde promocionó a la mujer nombrando a la primera mujer concejal; además, fomentó los sindicatos agrícolas católicos que tanto contribuyeron a la mejora de los trabajadores del campo, se preocupó de la enseñanza de las clases más humildes, y de ello son testigos los salesianos y las Escuelas del Ave María, y se ocupaba de sus pacientes y de sus familias…
En la presentación del libro, García Villalobos reivindicó a la persona. Dijo que José Gálvez Ginachero hacía el bien a la persona, al prójimo, y no se refugiaba en el proletariado, en el país o en el planeta, pues Gálvez eludía las ideologías y curaba el cuerpo con su ciencia y el alma con su caridad. Y el autor del libro nos recordó la necesidad de hacer las cosas bien y hacer el bien en todas las cosas. Porque la esperanza no es absurda, la confianza no es ingenua y la solidaridad no es inútil. A la salida del acto, comentábamos que esto es todo un programa de vida.
El doctor José Gálvez coincidió con el obispo Ángel Herrera. En la presentación del libro, el actual obispo de Málaga monseñor Jesús Catalá destacó que Gálvez coincide con santos, y nombró precisamente a tres, a san Manuel González, al beato Tiburcio Arnáiz y al siervo de Dios Ángel Herrera Oria.
Como también leemos en el libro, Herrera y Gálvez se conocieron en Madrid, cuando el primero era director de “El Debate” y el segundo director de la Casa de Salud de Santa Cristina, y coincidieron años después en Málaga, siendo Herrera obispo y Gálvez médico ginecólogo. Herrera tenía en gran aprecio a Gálvez. En el libro encontramos interesantes datos de esta amistad. Fotografías en las cuales aparecen juntos, como cuando don Ángel Herrera da la primera comunión a Alicia, nieta de Gálvez, en 1947; en la entrega del diploma de Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio en 1948; o en la bendición de las nuevas instalaciones de la Maternidad en el Hospital Civil en 1951.
Coincidencias principales entre Gálvez y Herrera: ambos eran adoradores nocturnos, ambos tenían una profunda espiritualidad, ambos compartían preocupación por la cuestión social, especialmente por el mundo rural y educativo.
Fue Herrera Oria quien administró los últimos sacramentos a Gálvez y celebró la Misa funeral en la Catedral. Escribió lo siguiente: “Ornamento y gloria de su ciudad natal, sigue, después de muerto, haciendo bien a sus convecinos, porque el recuerdo de sus virtudes y la imagen perenne de su vida ejemplar e inmaculada son, para todos los malagueños, una exhortación constante a pasar por este mundo como pasó él, fue discípulo del Divino Maestro, derramando beneficios”.
Por eso, nada sorprende que monseñor Jesús Catalá preguntara: ¿Por qué no puede haber, entre los presentes, santos? El doctor Gálvez nos anima a todos. Su fe cristiana iluminó su vida, no solo su trabajo, también su familia y su vida. Y señaló que la sociedad actual está llena de soledad, tristeza, depresión, sufrimiento físico y moral; por eso, animó a transformar la sociedad a mejor desde la luz del Evangelio.
Mucho podríamos hablar de la coincidencia en el espacio y el tiempo de José Gálvez Ginachero y Ángel Herrera Oria. Sirvan estas líneas, esta crónica de urgencia, para señalar que los “amigos fuertes de Dios” en expresión de la santa abulense Teresa de Jesús, se conocen, porque igual que la fe se vive en comunidad, nos salvamos en racimo, unos unidos a otros.