Dos son los grandes motores que nos mueven en la vida: el amor y la esperanza. (Ángel Herrera Oria)
14 de mayo de 2024
El Colegio Mayor Universitario San Pablo acogió la presentación del libro La Europa de Dante (El buey mudo), de Alejandro Rodríguez de la Peña, catedrático de Historia Medieval en la Universidad CEU San Pablo. Se trató de un coloquio presentado por Elio Gallego, secretario del Centro de Madrid de la ACdP y también catedrático en CEU San Pablo, junto el profesor Rafael Sánchez Saus (propagandista y catedrático en la Universidad de Cádiz), director de la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, entidad que auspiciaba el acto. Gallego señaló que Rodríguez de la Peña «no es un historiador al uso», pues se caracteriza por «su lectura inteligente de la Historia», de modo que aporta las «claves interpretativas». Según Elio Gallego, el autor de La Europa de Dante funciona con un «presupuesto metodológico»: «ve en el pasado una luz que nos debe iluminar en el presente para poder interpretar el pasado». Asimismo, afirma que Rodríguez de la Peña es especialista en «divulgar con profundidad».
Rodríguez de la Peña investigó a Dante en especial sobre dos aspectos: su «admiración hacia el poeta» y la «idea del Imperio»
Dante Alighieri vivió entre los siglos XIII y XIV, sin embargo, Rodríguez de la Peña destacó la enorme relevancia que, para Dante y para este libro, supone el siglo XII: el siglo del esplendor de la Escuela de Chartres —de uno de sus maestros surge la expresión «somos enanos subidos a hombros de gigantes»—, «del gótico, las ciudades, las repúblicas mercantiles». Por eso, y como ya han sostenido otros eruditos, Rodríguez de la Peña aseveró: «Todo empezó en Chartres», de manera similar al Renacimiento Carolingio de tres siglos antes. Por otro lado, este libro se gesta, hace tres años, a partir del séptimo centenario del fallecimiento de Dante, lo cual impulsó a Rodríguez de la Peña a investigar profusamente sobre este personaje, y en especial sobre dos aspectos: su «admiración hacia el poeta» y la «idea del Imperio».
Los humanistas que desprecian la Edad Media me resultan antipáticos
En este punto, el profesor Sánchez Saus comentó que la Edad Media es la «síntesis del êthos germánico, el legado clásico y la ascética cristiana», y se lamenta de que «hoy vivimos en las ruinas de esa cosmovisión». Le replica Rodríguez de la Peña indicando que la ruptura arranca del «excesivo éxito del papado», si bien este triunfo no resultó la causa decisiva: «Los intelectuales destruyeron la Edad Media por su soberbia», mediante la aparición de sistemas nuevos como el nominalismo. «Fueron más intelectuales que hombres de Dios», resumió. En este contexto, según Rodríguez de la Peña, Dante era «más parte de la solución que del problema; pero es un fracasado y sus ideas políticas, a pesar de sus excesos, no cambiaron el mundo». Al contrario, otros escritores toscanos inmediatamente posteriores a Dante, como Petrarca y Boccaccio, sí que aportaron más ruptura que continuidad, explica Rodríguez de la Peña. Petrarca habla de la «tempestad y obscuridad» medievales. En este sentido, Rodríguez de la Peña comentó sonriendo: «Los humanistas que desprecian la Edad Media me resultan antipáticos».
«Ningún otro laico no canonizado ha sido objeto de tres encíclicas papales, a pesar de que Dante era crítico con el papado»
«Dante es un genio único e irrepetible», consideró el autor del libro. «Se atreve a ser profético» en una época poco proclive a este tipo de personajes, asegura Rodríguez. Por eso, la obra de Dante contiene rasgos proféticos, poéticos y políticos, dentro de la «seguridad en su inspiración». «Ningún otro laico no canonizado ha sido objeto de tres encíclicas papales, a pesar de que Dante era crítico con el papado», dice este catedrático. Asimismo, admitió que «Dante es hijo de su época», una época en que también aparecen dos grandes figuras de la Iglesia y de Italia: Tomás de Aquino y Francisco de Asís, «el santo que más se parece a Cristo», apostilló Rodríguez. En el Dante «profeta», la Edad Media «halla su máxima expresión, su síntesis armónica del legado clásico y el cristianismo». Esta combinación de la Antigüedad gentil y el catolicismo medieval «no rechina» en Dante, «no es pastiche». La síntesis se caracteriza por una «Atenas intelectual, una Roma encargada del Imperium, el derecho, el gobierno; y una Jerusalén sacerdotal».
Dante es una celebridad que no tiene dónde caerse muerto al llegar a París
Por otra parte, Dante padeció exilio y hubo de «mendigar» ante los nobles y poderosos: «es una celebridad que no tiene dónde caerse muerto» al llegar a París. Ni su paso por la Universidad de París ni la de Bolonia le granjearon éxito, pero tampoco «explican su conocimiento enciclopédico», apunta el autor de La Europa de Dante. Rodríguez describió a Dante como «reaccionario» —por tener el siglo XII como referente y no aceptar «el racionalismo averroísta»—, pero también como «avanzado», pues defiende la autonomía de la comunidad civil y política frente al papado, si bien subordinada a fines sobrenaturales. Para ello, era necesaria la paz, la cual sólo podía alcanzarse gracias al Imperio —en aquel momento en su máxima extensión, efectivo en la mitad septentrional de Italia, Suiza, Austria, Bohemia, Países Bajos, Bélgica, todos los territorios alemanes, parte de Francia, etc.
No veo manera humana de que vuelva la Cristiandad
Pensando en tiempos actuales, Rodríguez de la Peña deploró la ruta que ha tomado Europa: tras la II Guerra Mundial, los padres fundadores de la actual Unión Europea parece que se inspiraron en algunas de las ideas del «sueño de Dante», pero «hoy ese sueño se desvanece, está muriéndose», debido al «rechazo a la tradición clásica y al cristianismo». La Europa de Dante «no es la Europa de Bruselas«. La «síntesis de lo clásico y el cristianismo» se hunde en una «derrota total». «No veo manera humana de que vuelva la Cristiandad», dice este catedrático, pues incluso desde la Iglesia hay quienes rehúyen este concepto. «Ninguna institución es hoy heredera de la idea de Dante; lo más parecido ha sido la Hispanidad».
Artículo de José María Sánchez Galera en El Debate