Recuperemos la Navidad
22 de diciembre de 2021
Vivimos en una época en la cual la vida transcurre demasiado deprisa, donde se ve cada vez más necesario tenerse que parar para mirar y ver alrededor lo que está pasando y, sobre todo, para entender su significado en la existencia personal.
Esto puede ocurrirnos con la Navidad. Es importante pararse a pensar lo que verdaderamente estamos celebrando; de lo contrario, nos podemos dejar llevar fácilmente por la liturgia consumista que marca sus fiestas a golpe de decoración de escaparates y de ofertas gastronómicas acordes para la ocasión.
Y es que en Navidad festejamos un nacimiento. Pero no cualquier nacimiento, sino el único capaz de partir la historia en dos: EL NACIMIENTO DE CRISTO. A partir de su natividad la historia se cuenta desde un “antes de” y “después de”. Pero, además, la historia de la persona, de cualquier persona, también está invitada a tener un antes y un después existencial a raíz de su nacimiento. Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido, narrando su experiencia en el campo de concentración, cuenta cómo en la tarea de aquellos duros trabajos, los más fuertes y que mejor resistían no eran siempre los más robustos físicamente, sino, ante todo, aquellos que tenían un sentido mayor por el cual vivir y que diera ilusión a sus vidas, y de entre estos, los que más, aquellos que tenían fe.
Por eso, aunque el nacimiento de Cristo no es cuestión de fe, ya que tuvo lugar “durante la olimpiada del 94, el año 752 de la fundación de Roma, el año 14 del reinado del emperador Augusto”, como recoge la calenda de Navidad, la acogida de este sí. Así nos narra San Juan en el prólogo de su Evangelio: “vino a los suyos y no lo recibieron, pero a todos los que lo recibieron les dio el poder de ser hijos de Dios” (Jn 1 11-12). Por eso, el Nacimiento de Cristo es EL MAYOR DE LOS ANUNCIOS, la mejor de las noticias y, por tanto, no es algo que se deba callar. La fe es algo que invita al anuncio, que nos lleva a compartir con alguien lo que para nosotros ha sido lo mejor.
Por esto mismo no debemos callar la Navidad. No podemos admitir sin más que es una fiesta, ya que, siéndolo, es el motivo de la fiesta lo que le da sentido y esplendor, no tanto su celebración. El gran anuncio de la humanidad es este: DIOS HA NACIDO, porque a la luz de este nacimiento cobra valor cada vida, en cada una de sus etapas y circunstancias. En la acogida del Niño-Dios, se brinda la posibilidad de la restauración para otras muchas vidas rotas y el verdadero sentido para muchos corazones vacíos. Además, no es un anuncio para escogidos sino para TODOS LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD, tal y como anunciaron los ángeles en la noche santa. No podemos por tanto privar del derecho a nadie de poder acoger en sus vidas la más grande de las noticias, pues tras ella está la posibilidad de vivirla o no con verdadero sentido de plenitud.
Esto es necesario decirlo en un momento en el que hemos pasado de vivir y celebrar la Navidad, tal vez con inercias y un consumo revestido de una apariencia de fe, en todo caso culpables por no saber vivir del acontecimiento de la venida de Dios al mundo, a un ataque sistemático, planeado para erradicar las huellas del cristianismo en nuestra sociedad. Ya no se oculta, y la Iglesia lo ve con claridad, así lo afirma en el documento de la CEE Fieles al envío misionero donde señalan las trasformaciones económicas y sociales que tienen en común la ruptura con la anterior. Esto se visibiliza en las palabras las palabras de Helena Dalli que recoge el periódico El Debate, quien fuera ministra en Malta y ahora comisaria de la UE en materia de Igualdad que invita a los trabajadores de la UE a no felicitar la Navidad sino las fiestas.
Ante este panorama social, es necesario que nuestra vida esté arraigada en lo esencial que nos viene por la fe de nuestros padres. Por todo ello, vemos importante “recuperar la Navidad”, sin dejar que su esencia se eclipse y desvíe la atención de nuestra mirada. Esta es la intención por la cual la ACdP, dentro de su campaña de Navidad, evocando la salida de José y María de Nazaret a Belén, ha realizado una peregrinación con las imágenes de éstos a lo largo de todos sus centros recordando la importancia y centralidad de lo que celebramos en estos días, el gran anuncio de que DIOS HA NACIDO. Es necesario que encontremos en este escenario social un lugar real al que mirar, una Casa a la que verdaderamente se pueda “volver” aun después de haber malgastado los bienes y, sobre todo, la posibilidad de encontrar la felicidad. Una que no sea etérea y se agote en el mar de lo inmediato. Una que tiene nombre propio: JESÚS.
Queridos todos, por estas razones: FELIZ NAVIDAD.