El ejemplo de los mártires de la ACdP: «¿Madre, no me ha criado para el Cielo? Esta es la hora»
4 de julio de 2022
- Actualmente, además de estos cinco mártires beatificados, la ACdP cuenta en estos momentos con 43 causas de canonización abiertas, en diferentes estadios del recorrido
Recordamos la vida y muerte de Luis Belda, Luis Campos Górriz, Ricardo Plá, Alfonso Sebastiá y Miguel Vilatimó, «ejemplos excelsos de cómo ser santos hoy».
«Madre, ¿usted no me ha criado para el Cielo? Pues esta es la hora. Dios me premia con largueza al concederme la palma del martirio». Así se despedía el sacerdote Ricardo Plá de su familia el 30 de julio de 1936, cuando fueron a buscarle a su casa de Toledo. Se lo llevaron al Paseo del Tránsito y allí le fusilaron. Recibió dos disparos: uno en la frente y otro en el costado.
El 28 de octubre de 2007, Benedicto XVI lo elevó a los altares: así, Plá es uno de los cinco miembros de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) beatificados por la Iglesia. Junto a él tenemos a Luis Belda, Luis Campos Górriz, Alfonso Sebastiá y Miguel Vilatimó. Aunque sus orígenes son muy diversos -Valencia, Mallorca, Cataluña-, su destino fue el mismo: los cinco fueron asesinados en 1936 por no renegar de su fe cristiana.
Entre ellos había también diversidad de estados religiosos. Tres de ellos fueron sacerdotes y consiliarios: Plá fue capellán mozárabe de la Catedral Primada y consiliario del Centro de Toledo de la ACdP; Sebastiá dirigió la Escuela de Formación Social de Valencia, y Vilatimó fue canónigo de la Catedral de Tarragona y profesor del Seminario, amén de escritor y articulista de pluma fina y valiente.
Los testimonios recogen que, cuando estalló la revuelta en 1936, Vilatimó se refugió en casa de un amigo sacerdote, Pablo Roselló. Resolvieron no ocultar su condición sacerdotal, y se prepararon para el martirio rezando. Cada día salían a dar la comunión a unas religiosas. Cuando los milicianos les preguntaron, Roselló dijo: «Siempre que quieran algo de nosotros, nos encontrarán aquí, porque no pensamos escondernos ni marchar». El 26 de julio fueron a buscarles: los dos amigos fueron fusilados en la carretera de Reus con balas y perdigones.
Laicos mártires
Ni Luis Belda y Luis Campos Górriz eran sacerdotes. De hecho, Belda y su mujer, Josefina Alberti -hermana del poeta Rafael Alberti-, tuvieron seis hijos. Nacido en Palma de Mallorca, creció en Madrid y -tras ganar una plaza de Abogado del Estado- se estableció en Almería. Además de ser cofundador y secretario del centro de la ACdP en la ciudad andaluza, Belda organizó una Escuela Social Obrera y se involucró íntimamente en varios proyectos de apostolado católico social en la diócesis.
En 1936 le quitaron su título de Abogado del Estado y lo encarcelaron en un barco prisión por su compromiso religioso. Un comité de la Federación Anarquista Ibérica lo llevó a la playa de La Garrofa junto a 22 compañeros para ser ametrallados. Las crónicas inciden en que murieron abrazados, proclamando a Cristo.
Campos Górriz también llevó una vida marcada por su compromiso con la fe católica. Nació en Valencia y estudió en Madrid, a la vez que viajaba por Europa junto al primer presidente de la ACdP, Ángel Herrera Oria. Desempeñó varios cargos dentro del Apostolado seglar – fue, entre otros, secretario general de la ACdP, del CEU y de la Escuela de Periodismo de El Debate-, y en 1933 se casó con Carmen de Arteche, aunque ella falleció poco después. La guerra le sorprendió con su padre en Torrente, en Valencia: después de unos meses de cierta calma, fue fusilado en el picadero de Paterna el 28 de noviembre de 1936.
43 causas de canonización
Actualmente, además de estos cinco mártires beatificados, la ACdP cuenta en estos momentos con 43 causas de canonización abiertas, en diferentes estadios del recorrido. «Es un proceso largo y complejo», advierte Pablo Sánchez Garrido, Secretario Nacional de Causas de Canonización de la ACdP. Consta de dos fases: la primera, la fase diocesana, arranca una vez se solicita la apertura al Obispo del lugar de fallecimiento y que la Santa Sede emite el nihil obstat, el documento que acredita que no hay nada que impida iniciar la causa. Estos y otros trámites permiten la sesión solemne de apertura formal.
En esta fase, se recogen pruebas -tanto testimoniales como documentales- sobre la vida del siervo de Dios en cuestión. Tras este paso, se celebra la sesión de clausura, en la que se sellan las actas y se llevan al Vaticano, donde da comienzo la fase romana: allí, los diversos organismos del Dicasterio para las Causas de los Santos analizarán rigurosamente las pruebas redactadas en un amplio informe -llamado positio- y emitirán unos votos, que remiten al Papa para la elaboración del decreto de virtudes heroicas o de martirio.
Lo ordinario, extraordinario
Si el pontífice lo firma, y la causa es de martirio, esto conlleva su declaración como beato. Si se trata de una causa de virtud, el siervo de Dios pasa a considerarse «venerable». En este segundo supuesto, es necesario que se acredite un milagro conseguido por intercesión del siervo de Dios en cuestión para alcanzar la consideración de beato. «En este punto, la Iglesia entiende los milagros como el dedo de Dios, como su mensaje de que, efectivamente, quiere esa beatificación o canonización», explica Sánchez Garrido. Una vez beatificado el siervo de Dios, es necesario a su vez otro milagro para su canonización, sea por virtud o martirio.
La ACdP cuenta en estos momentos con una causa en grado de Venerable: la del madrileño Manuel Aparici Navarro, propagandista, sacerdote y consiliario nacional de la Juventud de Acción Católica. De las otras 42 causas, 36 corresponden a mártires y seis, a propagandistas que encarnaron «virtudes heroicas»: Ángel Herrera Oria, Fernando Martín-Sánchez Juliá, José María Haro Salvador, Juan José Barcia, Manuel Casesnoves y Antonio Rivera Ramírez, conocido como el «ángel del Alcázar». Sánchez Garrido adelanta que en breves la Asociación espera abrir la causa de su fundador, el sacerdote jesuita Ángel Ayala.
«Los beatos y los santos son el ejemplo más excelso de propagandista, y de católico: nos muestran el modo de ser santos en la sociedad actual», destaca. «Los santos -concluye Sánchez Garrido, recordando el magisterio de varios pontífices- no son personas que hagan cosas extraordinarias, sino personas que hacen lo ordinario extraordinariamente».