Dos son los grandes motores que nos mueven en la vida: el amor y la esperanza. (Ángel Herrera Oria)
24 de noviembre de 2022
“Las ideas no son solo una luz, sino una fuerza. No solo orientan la vida, sino la mueven”.
(P. Ángel Ayala)
La realidad que en estos momentos nos envuelve y parece avanzar sin apenas obstáculos, supone una aceleración en los proyectos globalistas destinados a sustituir el mundo imperfectamente cristiano que hemos conocido por una nueva construcción en la que el cristianismo no tiene ya cabida como elemento digno de tenerse en cuenta. En el mundo imaginado desde los grandes observatorios de ingeniería social, desde las grandes corporaciones que controlan la cultura de masas, desde los organismos internacionales que imponen agendas que proyectan hasta el menor detalle de las vidas, de lo comportamientos y de las mentes de los hombres, el cristianismo será, lo es ya, “políticamente incorrecto”.
Conscientes de esta realidad, hemos vivido el 24 Congreso Católicos y Vida Pública como un laboratorio de ideas en el que se han generado análisis y planteado propuestas muy potentes, tanto en las ponencias como en los diferentes talleres, bajo los principios inspiradores del Bien y la Belleza. Unos y otras con un mismo hilo conductor: la búsqueda de la Verdad.
1.- LA FAMILIA: “NUESTRA MISIÓN COMIENZA AQUÍ Y AHORA”
Hemos tomado conciencia con responsabilidad, firmeza y humildad de que transmitir el precioso legado de la fe no debe ser el fruto de una imposición, sino edificado en primer lugar en la familia, construido sobre un amor que desborda los límites del hogar, siendo la dignidad humana uno de los pilares fundamentales. Pero, ¿qué legado transmitimos? Es esta una pregunta esencial a la que hay que responder desde la coherencia y desde nuestra pertenencia a lglesia. La fe es una experiencia que debemos transmitir a nuestros hijos como una muestra de liberación en el encuentro con Cristo. La fe es amiga de la razón y de la libertad, y mueve la inteligencia, la voluntad y el afecto. Educamos siempre, nada es neutro en nuestros actos. Educamos en libertad, sabiendo que el bien que transmitimos puede no aceptarlo el hijo, pero la libertad es condición para transmitir el legado y que sea acogido en verdad.
Somos padres por filiación, no por cualificación, por lo tanto, los hijos no son una posesión nuestra. La crisis de la Iglesia no es de los jóvenes, la crisis es de adultos; se requiere un cambio en nuestra forma de vivir y transmitir con alegría. Ante la fatiga y los pesares, que los hay, nada más opuesto al esperar cristiano que la hibernación de espíritu. La Esperanza no se aguarda, sino que se vive en actitudes para edificar el bien común con fidelidad creativa, conscientes de la grandeza que hemos recibido. Que María, nuestra Madre, Puerta del Cielo, maestra de la acogida al Misterio y escuela en la Sagrada Familia de Nazaret, nos enseñe las cuatro virtudes de la fidelidad: la búsqueda, la aceptación, la coherencia y la constancia en el Amor.
2.- LA EDUCACIÓN. EL PUNTO DE PARTIDA ES LA FE: UN DON Y UNA TAREA
La fe se transmite cuando somos capaces de presentar nuestra propia experiencia de Dios con pasión e ilusión. Una tarea en la que nos lo jugamos todo es en la educación de lo humano. En un mundo perdido en el relativismo moral, la escuela católica debe enseñar que la Verdad existe. El objetivo de un centro católico decía san Juan Pablo II, es transmitir a Cristo. No basta la “educación en valores”, es necesaria la educación moral y en virtudes. A modo de ejemplo, no basta con apreciar el valor de la justicia, hay que enseñar a los alumnos a que sean justos, abriendo un espacio para la humildad, el perdón, la justicia social, el compromiso y la libertad de espíritu. Es decir, proponer el desarrollo humano integral desde la Doctrina Social de la Iglesia, brújula que nos ayude en la labor de formar conciencias y a vivir según el Evangelio y la propia dignidad de la naturaleza humana.
La escuela católica debe hacer frente a los problemas que hoy se experimentan para hacer comprender la antropología cristiana y para conseguir la transmisión de la Verdad. La escuela católica debiera ser un canal natural que transportara “agua fresca”, confiable en la doctrina teológica y moral vivida e impartida, fiel a la verdad de todas las ciencias vinculadas a la biología, a la filosofía y a la Historia de la Salvación. Comprometida igualmente en la defensa de nuestra cultura y nuestra Historia.
Alertamos de nuevas tendencias educativas, reductoras a veces de las capacidades y dones de los estudiantes, como por ejemplo la absurda renuncia a potenciar las posibilidades de la memoria, condenada como método de aprendizaje obsoleto, despreciando y deteriorando así nuestro bagaje mental para razonar y argumentar.
3-REDESCUBRIR LO ESENCIAL. ¿QUIÉN ES LA FUENTE DEL AMOR? EL ALMA DE EUROPA
Dice san Pablo (Col.1.15) que Cristo es la imagen visible del Dios invisible. La fe se hace cultura cuando informa y alienta una verdadera humanización y promociona la profunda dignidad del ser humano. Porque transmitir cultura no es un acopio de datos inconexos, sino que se fundamenta en un eje vertebral que los une: la riqueza de la cultura e identidad cristiana. Fe y Cultura han caminado juntas, ambas nos ayudan a cultivar las ciencias, la literatura, las artes y nos descubren la Belleza de la sabiduría de Dios. Si destruimos la unión entre Fe y Cultura el hombre se deshumaniza. El laicismo, el relativismo o las ideologías totalitarias empobrecen la cultura, la desarticulan o cancelan, hasta hacerla desaparecer.
La Iglesia ha sido la gran catalizadora de la cultura europea. La aportación del cristianismo nutrió las fuentes del humanismo y fecundó como ninguna otra la historia de Occidente, configurada a partir del legado de Grecia, Roma, Jerusalén y los pueblos germánicos. Pero fue el aliento vital del cristianismo lo que concedió a tales legados un carácter de armónica unidad. En el mundo sin sentido que se nos prepara y en parte ya habitamos, no aceptamos la ruptura con el pasado cristiano y la privación del anhelo por la búsqueda de lo trascendente -la búsqueda de Dios-. Es tiempo hoy de confiar más que nunca en el futuro, precisamente porque lo vemos comprometido, pero se hace preciso retornar a las fuentes del pensamiento clásico y cristiano para caminar con esperanza hacia el mañana de nuestra civilización.
4- ARTE, BELLEZA Y TRASCENDENCIA
Es imposible negar las dificultades de la transmisión del legado artístico tradicional en el mundo actual. Sin negar los valores del arte actual, el punto de inflexión en esa transmisión lo encontramos en los ensayos artísticos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, con la aparición de las primeras vanguardias en medio de una espiral de autodestrucción y angustia existencial. La búsqueda desesperada de lo nuevo y la experimentación perpetua se convierten en señales identidad de las nuevas formas artísticas. La obra de arte moderno parece ser solo comprensible al crítico, al galerista o al marchante. El destinatario de tales obras ya no será el hombre sino el mercado. Hay una fuerte corriente negadora de la Belleza, atributo de Dios, y el artista pasa a considerarse a sí mismo autor último y completo de su obra. Si el pueblo comenzó a orar con imágenes, como momento de gracia y estímulo para contemplar a Dios, el Arte no es ajeno a la búsqueda de la Verdad, creando un lazo inseparable entra Verdad, Bondad y Belleza. Evangelizar con el Arte es, a través de los ojos, llegar al alma. Nos recuerda el Papa Francisco: “Es preciso recuperar la estima de la belleza para poder llegar al corazón humano y hacer resplandecer en él la verdad y bondad del Resucitado”[1]. Benedicto XVI dijo: “La belleza es la gran necesidad del hombre, es la raíz de la que brota es tronco de nuestra paz y los frutos de nuestra esperanza. La Belleza es reveladora de Dios, porque como Él, la obra bella es pura gratuidad, invita a la libertad y arranca del egoísmo”[2]. Por su parte, san Juan Pablo II escribió en su Carta a los Artistas: “El mundo en que vivimos tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres”[3](.)
[1] Evangelii Gaudium, 167.
[2] Homilía de 7 de noviembre de 2010 en su viaje Apostólico a Barcelona. Consagración de la Sagrada Familia.
[3] Punto 11 de la Carta a los Artistas. El Espíritu del Concilio Vaticano II.
5-ECONOMÍA CRISTIANA Y BIEN COMÚN
La economía cristiana promueve el bien común y dignifica a la persona: «La riqueza que el Espíritu Santo despliega en los sencillos nos invita a reflexionar en el misterio de la fragilidad humana. Acercarnos a la misericordia para hacer un mundo más justo y menos frío»[4]. La Doctrina Social de la Iglesia desvela una concepción antropológica que permite introducir un sentido cristiano en la comprensión de la economía y sus propósitos. Es importante la responsabilidad personal; la libre iniciativa no solo favorece la creatividad, sino que es indispensable para que pueda existir una acción virtuosa en el ámbito de lo económico. La organización de la producción es un elemento importante en la economía cristiana y la búsqueda del bien común, entendiendo la empresa como una comunidad de personas que refleje el espíritu cristiano, por dentro y por fuera. Así, la empresa debe ser acogedora, humana y compasiva, pero con un nivel de exigencia. La gestión de los recursos humanos ha de efectuarse con propósito humanizante. De esta forma, el beneficio y el salario adquieren un nuevo sentido bajo la luz de Cristo y se convierten en fundamento para el progreso social.
[4] Evangelii Gaudium, 270.
6-TRADICIÓN JURÍDICA CRISTIANA
La fértil unión de la religión cristiana, de sus preceptos evangélicos, y el derecho de cuño romano y lengua latina a lo largo de un proceso histórico secular de asimilación por parte de la Iglesia católica y de los estados modernos, ha configurado el sistema jurídico actual que urge hoy preservar ante las acometidas de una concepción utilitarista al servicio de los intereses políticos e ideológicos. Se hace precisa una mayor integración del derecho natural, que dé pleno sentido al derecho positivo, para situar a la persona como fundamental razón de ser del sistema jurídico. Es preciso rescatar el sentido de la dignidad y el valor de la vida humana reconociendo al ser humano su condición de persona.
El derecho, en su dimensión civilizacional e histórica, no puede ser tratado como un mero fenómeno social, ni mucho menos como una técnica de dominio de la sociedad. El saber jurídico histórico constituye una riqueza imprescindible para poder afrontar con cierta seguridad los cambios futuros de la sociedad. Solo personas bien preparadas desde el punto de vista jurídico, histórico, filosófico, antropológico y teológico podrán abordar con éxito los retos que plantea el mundo presente.
La legítima preocupación por la preservación de la naturaleza y la conservación del planeta, entendido como la Casa en la que todos los habitantes de la tierra vivimos, dejado por Dios al hombre para procurar la satisfacción de sus necesidades vitales, debe ser capaz de poner límite a la avidez de los intereses mercantiles de empresas o estados que aspiran a la explotación del medio ambiente y sus recursos movidos por intereses egoístas.
7. LA FÉRTIL RELACIÓN ENTRE CIENCIA Y CRISTIANISMO
El conflicto entre ciencia y fe se basa en la asunción de que solo existe una manera de acceder al conocimiento. Ahora que la ciencia ha alcanzado una inmensa madurez parecería que solo lo que es asequible a través de ella es conocimiento real y fiable. Sin embargo, no podemos aceptar esta idea que no deja de ser una versión del reduccionismo materialista.
Existe una compatibilidad fundamental entre ciencia y fe, ya que ambas formas de conocimiento tratan de realidades creadas por un mismo Dios, que no puede contradecirse. Cuando parece surgir un conflicto entre ciencia y religión, invariablemente nos hallamos ante un problema metodológico, una forma de abuso. No obstante, la solución no es establecer dos mundos o realidades dicotómicas, la de la ciencia y la de la fe, sin punto de contacto y que serían inasibles desde la otra posición. Ciencia y fe se benefician mutuamente de un diálogo fértil que ha sido hurtado y despreciado en numerosas ocasiones a lo largo de la historia reciente. Como en cualquier diálogo y discusión fecunda, surgen roces, discrepancias y algún que otro conflicto humano. Pero eso no niega la idea central de que no se ha llegado ni se llegará a una situación de incompatibilidad.
8. LA VISIÓN DE LOS JÓVENES
El Congreso Juvenil, que desarrolló sus sesiones paralelamente al de adultos, subrayó la posibilidad de vivir como cristiano en el mundo actual. El paso trascendental es el que lleva del deseo de cumplir tus sueños a realizar los sueños que Dios tiene sobre nosotros. Algo que lleva a cumplir la voluntad de Dios con alegría, no como una carga.
Se hace preciso vivir con autenticidad la vida cristiana. No camuflar lo que se es. Es verdad que expresarlo cuesta, y que por ello existe una gran autocensura en nuestra sociedad. Por ello hemos de estar firmes en lo que creemos, a pesar de que todo cambie, más allá de las modas. Ser nosotros mismos en los principios cristianos en los que creemos y sustentamos nuestras vidas. No tener miedo a ser diferentes, porque eso es ser auténticos, es ser nosotros mismos. Si no nos atrevemos a ser diferentes, si somos como los demás, sencillamente dejaremos de ser cristianos.
Es necesario vivir la fe en comunidad, pues a menudo hemos de nadar contracorriente y ser diferentes a los demás, algo que puede llevarnos a la exclusión. Por eso necesitamos de la comunidad, del grupo, un ámbito de convivencia con iguales, donde poder encontrar el calor humano, donde poder vivir la fe con naturalidad, no a la contra.
Es importante mantener una doble dimensión, la que proporciona el trabajo local y la que ofrece la visión global. Hemos de mejorar la vida de la gente que tenemos alrededor, hemos de hacernos presentes en nuestro entorno, pero sin perder una visión global de Iglesia. Esta doble dinámica hará realmente fructífera la evangelización. Lo ordinario de la vida es mucho más importante de lo que nos creemos. Lo global se concreta en el entorno más cercano. Hemos de pensar en toda la Iglesia, vivir su universalidad, pero lo hemos de concretar en la evangelización de amigos, familiares y compañeros.
La evangelización no es una cuestión de marketing. Lo que se transmite es vida, una vida que es Cristo mismo, que nace de Cristo. Por eso necesitamos ese encuentro personal con Jesús, que como el fuego se extiende y se transmite a otros. En esa experiencia personal de encuentro con el crucificado y resucitado es donde nos jugamos nuestra fe. En que otros la tengan es donde nos jugamos su transmisión. Facilitar ese encuentro, tanto en la preparación como en la propuesta es el camino que hemos de seguir en cualquier momento y edad. Escuchar el corazón de los jóvenes, con sus luchas y esperanzas, sus anhelos y deseos, es el camino que nos llevará a que esa propuesta sea real y toque su vida.
9. COMO LEVADURA CREZCA NUESTRO TESTIMONIO
El 24 Congreso Católicos y Vida Pública ha pretendido poner el acento en la propuesta. Esa es la forma en que los cristianos hemos hecho frente a los problemas y hemos forjado toda una civilización. Ese es el sentido del título de este Congreso, “Proponemos la fe, transmitimos un legado”, seguros de que resume la respuesta que los católicos podemos plantear al mundo actual frente a las ideologías que lo asedian y desnaturalizan. La fe que proponemos es la fe en Jesucristo, Dios y hombre, creador y redentor, y en la Iglesia católica, apostólica y romana que nos lo ha dado a conocer. El legado que debemos transmitir es el que hemos recibido de nuestros padres, como ellos de los suyos, el conjunto de principios sobre los que fue fundada y creció una civilización que aportó a la humanidad, entre otros muchos logros, una idea del hombre que todavía hoy, dos mil años después, sigue sustentando su dignidad y su condición única e irremplazable de hijo de Dios y hermano de los demás hombres.
Ese legado no es el resultado de una mera transmisión automática entre generaciones que, de forma más o menos o integral, ha asegurado su perduración. Antes bien, es producto de un esfuerzo consciente, de una tensión mantenida a lo largo de los siglos que ha cuajado en un derecho que, a la vez es un deber: el de recibir, incrementar y proyectar ese inmenso y creciente patrimonio espiritual, moral y cultural. Un legado que para seguir cumpliendo sus fines y dando frutos ha de ser actualizado con cada generación, en cada tiempo histórico, máxime hoy cuando nos enfrentamos a todo un programa de subversión antropológica que nos aboca a la pérdida de sentido y al vaciamiento de la vida. Hemos de afinar ideas y propuestas para poder ser referentes en un mundo tan necesitado de confianza y de esperanza.