
La objeción de conciencia ante los desafíos de la bioética
28 de junio de 2023
Para el profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Navarra Fernando Simón Yarza, la objeción de conciencia encierra una trampa. Así lo defendió en la primera ponencia de V edición de las Jornadas de Católicos y Vida Pública de Zaragoza, tituladas ‘La objeción de conciencia bajo el pensamiento políticamente correcto’ y celebradas los días 19 y 20 de mayo en la Casa de la Iglesia del Arzobispado de Zaragoza.
La charla estuvo presentada por el socio del centro de Zaragoza de la ACdP, Antonio Ferrer, que hizo referencia a una “catarata legislativa”, hablando de las nuevas leyes del aborto o la eutanasia. Simón coincidió en que la objeción de conciencia “se ha visto bastante maltratada” por el Tribunal Constitucional, y citó como problemas fundamentales el hecho de que solo se admita individualmente, que solo se permita a los directamente implicados, que quede supeditada a la “calidad del servicio” y que se contemple un registro de objetores para señalar a los médicos. El autor de libros como Entre el deseo y la razón o Ley natural y realismo clásico: una defensa señaló que la objeción de conciencia, que nació ligada al ejército a finales del siglo XIX, plantea “un problema conceptual”. Se trata, dice, de una institución típicamente liberal, propia de estados que han renunciado a la verdad moral y han aceptado un pluralismo ideológico interno, y que por ello admiten, como excepción, que en ocasiones la sensibilidad subjetiva de una persona puede pesar más que el cumplimiento uniforme de una ley.
Para Simón, aquí está la trampa: la objeción de conciencia, por nacer siempre como una excepción a un deber, asume la legitimidad de dicho deber. “Cuando yo apelo a la objeción de conciencia, implícitamente hay una presunción en mi contra, me pongo a la defensiva… Eso es muy peligroso”, señaló el ponente, que apuntó que la objeción de conciencia tiene sentido en casos de creencias extravagantes, como el caso de las transfusiones de sangre de los Testigos de Jehová.
“Si mi creencia no es extravagante, no podemos hablar de objeción de conciencia, sino de que, sencillamente, no me pueden imponer un deber legal en contra de mis creencias razonables y profundas: es una cuestión de libertad de conciencia, no de objeción”, dijo. Por ejemplo, a un médico -añadió- no se le puede imponer el deber de abortar. No obstante, Simón reconoce que, como estrategia y en la práctica, hay casos en los que conviene apelar a la objeción de conciencia, aunque señala que, dado que es un derecho “infraprivilegiado”, puede ser preferible “apelar a la no discriminación, un derecho que hoy en día está privilegiado”.