SOTILLA ASUAR, Joaquín de la. Ciudad Real, 20.XII.1906 – Paracuellos del Jarama (Madrid), 24.XI.1936. Licenciado en Derecho. Jefe de Sección del Cuerpo de Letrados del Ministerio de Justicia.
Joaquín de la Sotilla Asuar nació el 20 de diciembre de 1906. Tal y como consta en su certificación de defunción expedida por el ministerio de Justicia, nació en Ciudad Real, siendo hijo de Joaquín y Ascensión. Al trazar su biografía atendemos fundamentalmente al perfil que le dedicó el boletín de la Asociación, A.C.N. de P., en su número del 1 de agosto de 1944, así como al número especial que ofrecería a sus mártires. Que el suyo fuera uno de los más elaborados y extensos testimonios de pesar revela que fue escrito no solo por un propagandista coetáneo, sino amigo y cercano conocedor de su psicología y, sobre todo, compromiso eclesial. Con redacción propia de la época, relataba su infancia: “Desde muy niño manifestó Joaquín pruebas inequívocas de piedad. Hizo su primera comunión a los cinco años siendo la obediencia a sus superiores, la humildad hasta la exageración y la dulzura de carácter las cualidades que pueden considerarse características suyas durante toda su vida. A los siete años, huérfano de padre, ingresó en el colegio de Jesús y San Martín, regido por hermanas de la Caridad, donde estuvo hasta los once años. Aquí empezó a practicar la comunión diaria, costumbre que no abandonó nunca. Durante estos años muy probablemente se vio truncada su vocación sacerdotal, pues en ocasión que había de salir un niño para el seminario de padres paúles algunas personas le vieron llorar grandemente desconsolado envidiando al que se iba”.
El perfil subraya su temprana devoción a la Virgen. En el mismo colegio fundó una congregación mariana, bajo el patronato de san Luis Gonzaga. Sus reglas se conservan en un impreso fechado el 21 de enero de 1916. “Tenía, por consiguiente, nueve años”. Aquellas normas, escritas en tono infantil, ya mostraban su espíritu ascético: “Esta congregación tienen (sic) por objeto el noble empeño de adelantar cada día más por el camino de la perfección… Los sábados se mortificará (el congregante) de cualquier cosita, como es: tener algo que le guste y dar la mitad al compañero”. Y al final: “Sea esta congregación colegio de santos; que Dios bendiga a ella y al fundador y haga que todos sus hijos se vean unidos en el cielo”.
Nos preguntamos si entre 1911 y 1918, los años en que el padre Ayala (1867-1960), fundador con don Ángel Herrera de la ACdP, volvió a residir en su Ciudad Real natal, puedo tener trato con Joaquín de la Sotilla. No es aventurado pensar que se cruzaron en sus calles o en el interior de sus iglesias. En todo caso, cuando este ingresó en la Asociación conoció bien de cerca el magisterio del jesuita.
Comenzó el bachillerato con los padres dominicos en el colegio de Santa María de Nieva. Estudiante de matrícula de honor, dejó muy buen recuerdo. Años más tarde, uno de los padres de la orden, sus profesores, afirmó que su comportamiento había sido excepcional: “Como Joaquín de la Sotilla no ha pasado ningún chico por este colegio, ni pasará”. A los quince años comenzó en la Universidad Central la carrera de Derecho. Siguió obteniendo excelentes calificaciones. En el preparatorio siguieron los sobresalientes y matrículas de honor. Durante este curso ingresó en los Estudiantes Católicos, donde fue secretario de Madrid, y en la Juventud Católica de su parroquia de San Marcos, así como en la Congregación de los Luises. Avanzada la carrera hizo oposiciones al Cuerpo de Contabilidad de Hacienda, siendo destinado a Lugo. Allí fue, con diecinueve años, fundador y primer presidente de la Juventud Católica. De regreso y con destino en Madrid, continuó en la Juventud de Acción Católica, donde fue vicepresidente de su Unión Diocesana. Al terminar la carrera de Derecho, ingresó tras una brillante oposición en el Cuerpo Facultativo de la Dirección General de Registros y del Notariado, siendo el único aprobado de entre más de cuarenta presentados para cubrir cinco vacantes.
Joaquín de la Sotilla había sido inscrito en la Asociación en 1927. Recibió la insignia de propagandista en la quinta imposición del Centro de Madrid, decimoctava de la serie histórica de la Asociación, que tuvo lugar en Toledo el 3 de diciembre de 1929, durante la misa que, presidida por el cardenal Segura, siguió a la vela al Santísimo en la capilla del palacio arzobispal. Entre los quince propagandistas que recibieron la enseña figuraban también Fernando Castiella, Félix de Llanos y Pastor, Javier Martín-Artajo y Luciano de Zubiría.
La destrucción de los archivos de la ACdP durante la Guerra Civil no hace posible fijar el día de 1927 en que fue admitido. No obstante, el boletín recoge por primera vez su asistencia a un círculo de estudios -lo que no permite afirmar que no acudiera con anterioridad– mencionando el del 17 de enero de 1924, que don Ángel Herrera dedicó a la importancia del apostolado en el mundo agrario y en el que también estuvo presente Fernando Martín-Sánchez Juliá. En uno de noviembre de 1929 volvería a ser citado como asiduo a los círculos, que en aquel curso habían versado sobre el concepto de autoridad y su repercusión en la política. Pocos meses más tarde, en marzo de 1930, se daba cuenta de su labor como secretario del círculo presidido por el padre Azpiazu, en el que de la Sotilla había desarrollado la ponencia “Idea general del decreto-ley de Organización Corporativa de la Industria», y participado en el desarrollo de coloquios sobre el proyecto de Estatuto de la propiedad urbana, la reforma agropecuaria, la del contrato de arrendamiento rústico y el Decreto relativo a sindicatos agrícolas.
El 21 de marzo de 1931, menos de un mes antes de la proclamación de la Segunda república, Joaquín de la Sotilla defendió en la sede del Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI), en el marco de un nuevo círculo de Estudios, la plena vigencia de la Rerum Novarum. Mientras Domingo de Arrese y Alberto Martín-Artajo se dirigieron a los alumnos de ingeniería, de la Sotilla y Javier Martín-Artajo expusieron ante los mayores de Bachillerato la necesidad de una sólida preparación intelectual, la doctrina evangélica acerca de riqueza y pobreza y otros puntos fundamentales de la encíclica de León XIII, subrayando la imperiosa necesidad de caridad en el mundo del trabajo. Todos ellos habían sido presentados por el padre García-Polavieja, SJ.
En sucesivos boletines A.C.N. de P. sería mencionado como numerario presente en retiros espirituales y asambleas. Pocos días después de asistir a la inauguración y bendición de la Casa de San Pablo, en la madrileña calle Alfonso XI, el último día de mayo de 1932, viajaba a Ciudad Real para impartir la primera de las siete conferencias sociales organizadas con el fin de fundar un sindicato obrero de orientación cristiana. El 6 de junio disertaba sobre “La cuestión obrera en la actualidad y doctrinas sociales”, un tema introductorio que daba paso a los que se desarrollarían en las siguientes jornadas, con la participación de otros propagandistas como Manuel Aparici, Tomás Cerro o Alberto Martín-Artajo. Las charlas, en las que se explicaron nociones sobre derechos y deberes del trabajador, el salario o el paro se impartieron, como informó el boletín “en el local de una escuela, y asistió un grupo numeroso de obreros pertenecientes varios de ellos a la UGT y a la CNT”.
Al crearse el Centro de Estudios Universitarios en 1933, quedó encargado de la enseñanza de Derecho civil, explicando la parte general de la asignatura. Al comenzar el verano del año siguiente contraía matrimonio con María de las Mercedes Uriol Salcedo. El matrimonio tendría un hijo, Joaquín de la Sotilla Uriol. El primer boletín de la Asociación de febrero de 1935 informaba que “Joaquín de la Sotilla, del Centro de Madrid, ha sido ascendido a jefe de Sección del Cuerpo de Letrados del ministerio de Justicia”. Sería la última vez, antes del inicio de la guerra, en que su nombre apareciese en A.C.N. de P.
Al comenzar la contienda residía en la calle Martín de los Heros, en Madrid. En septiembre de 1936, con 29 años, era oficial jefe de sección de 3ª clase de la Dirección General de los Registros y del Notariado, en el ministerio de Justicia. Consta en documentos que recogería el padre carmelita Alfonso, del convento de las Maravillas, que el 9 de octubre de 1936, al ir a interesarse junto a su madre por su hermano Carlos, fue detenido en la cárcel de Ventas.
Es el boletín el que recoge el relato de los hechos: “fue cacheado minuciosamente, siendo causa de su detención el hallazgo de un rosarito de bolsillo que llevaba siempre”. Fue detenido como “supuesto espía” y “elemento de Acción Popular”, juzgado en la checa de Fomento, de donde pasó esa misma noche a la dirección general de Seguridad. De allí fue conducido a la cárcel Modelo, y la noche del 15 de noviembre a la checa de Porlier, ingresando en su galería 2ª.
Una saca verificada en esta cárcel el 21 del mismo mes y sacrificada en Paracuellos del Jarama es la que probablemente puso fin a su vida, aunque consta otra el día 24, que es la que se consignó en el recordatorio de su funeral. Pocos detalles se han podido hallar de su vida a partir de su detención. En la checa de Fomento, al manifestar su condición de católico, fue importunado groseramente por uno de sus jueces en son de burla. – “Entonces tu dirás… (aquí pronunció una blasfemia)”. A lo que contestó Joaquín: – No solamente no las digo, sino que si pudiera me marcharía de aquí ahora mismo”. En la cárcel Modelo, y gracias a su cargo de ordenanza, facilitaba a los sacerdotes las hostias para la sagrada comunión que allí siguió practicando según sus posibilidades. Un compañero de celda, lego franciscano, conservaba años más tarde su recuerdo y decía: “A mí me edificaba solo el ver la forma en que rezaba Joaquín”.
En el díptico que encomendaba su alma se enunciaba su condición de miembro de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y de profesor de Derecho civil del Centro de Estudios Universitarios. El boletín de la asociación apuntó decididamente hacia su infancia y devoción por la Virgen al buscar el origen de su entrega cristiana en el momento de su muerte, así como en otros testimonios de perseverancia evangélica: “Muy bien pudiera ser que de esta fecha datara su deseo de ser mártir, pues aún viven personas a quienes él así lo manifestó, y es muy probable que este sentimiento suyo no sufriera variación ninguna con el tiempo, pues no mucho antes de la guerra, cuando ya habían ocurrido los sucesos de 1934, hablaba con un antiguo “congregante” de su fundación, y al sostenerle con su escasa cultura que aquello de los mártires era cosa de otros tiempos ya pasados, contestó Joaquín con la profunda convicción que le caracterizaba: “No lo creas; lo cierto es que los cristianos no han nacido nada más que para ser quemados”. “No pueden los propagandistas sentir la muerte de sus mártires. Por si nuestras convicciones fueran pocas, el padre Rivadeneira en su “Tratado de la Tribulación” nos da su consuelo de esta manera: “Engañaste: no perdió la luz tu hermano, antes ha alcanzado otra, más resplandeciente y más segura. No pienses que te han hecho agravio en haberte quitado tal hermano, sino que te hicieron gracia todo el tiempo que gozaste de él. Injusto es el que no deja a la voluntad del que da, el tiempo y el uso de lo que da”.
Su causa de canonización por martirio fue abierta en el Arzobispado de Madrid el 12 de diciembre de 2020 junto a la de los siervos de Dios Timoteo Rojo Orcajo y 60 compañeros sacerdotes; Rufino Blanco Sánchez y 70 compañeros laicos e Isidro Almazán Francos y siete compañeros laicos. La fase diocesana de este proceso, que incluye a 27 propagandistas, concluyó con una solemne ceremonia en la catedral de la Almudena, en Madrid, el 16 de diciembre de 2022, tras la cual el proceso ha sido trasladado al Dicasterio de las Causas de los Santos, en la Santa Sede.
Bibl.:
“A los ojos de los insensatos pareció que morían. Biografía de Joaquín de la Sotilla Asuar”, A.C.N. de P., 335 (1944), pág. 8; Algora Marco, Abelardo: “Proyección cultura y científica de la A.C. d P. – Universidad Privada. Primera ponencia de la LXXVI Asamblea General”, Boletín ACdP, 35-36 (1988), Suplemento, pág. IV; Barreiro Gordillo, Cristina: Historia de la Asociación Católica de Propagandistas. III. La presidencia de Fernando Martín-Sánchez Juliá (1935-1953), Madrid, CEU Ediciones, 2010, págs. 36 y 135; Gutiérrez García, José Luis: Historia de la Asociación Católica de Propagandistas. II. Ángel Herrera Oria. Segundo período (1923-1935), Madrid, CEU Ediciones, 2010, pág. 168; Legorburu Hortelano, José María: Un siglo de apostolado en la vida pública. ACdP. Colegio Mayor Universitario de San Pablo, Madrid, 3-22 de diciembre de 2009, Madrid, CEU Ediciones, 2010, págs. 116-117; Redondo Gálvez, Gonzalo: Historia de la Iglesia en España, 1931-1939, Madrid, 1933, Tomo I, pág. 214; Suárez, José Manuel: “Historia del CEU. I. Fundación y primera expansión (1933-1970)”, Boletín ACdP, 40 (1990), Suplemento, pág. VI; Vara Martín, Julián: Un episodio en la Historia de España. La lealtad de los católicos al poder, Valencia, EDICEP, 2004, pág. 332.
Fuentes:
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ANDRÉS MERINO THOMAS