«Debo ser el único de aquí a quien su mujer da permiso para que vaya de putas », contaba el abogado barcelonés Ignacio Sánchez Meya ante el público de las V Jornadas Católicos y Vida Pública de Valladolid.Su caso es único, pero sus viajes a los alrededores del Camp Nou también lo son: cuando habla con las prostitutas que frecuentan la zona cada noche no les ofrece dinero, sino una estampita de la Virgen de Medjugorje y el mensaje de amor incondicional de Jesucristo. «Comencé con esta labor en 2016; desde entonces ya son quince personas las que han dejado esa vida», relató el letrado durante su ponencia.
Contundente, Sánchez Meya asegura que su labor «es una lucha contra la esclavitud». «Las prostitutas normalmente son gente humilde, con un pasado horrible y con malos consejeros en las encrucijadas de su vida», apunta, y carga las culpas en los clientes que las usan. «Yo he visto a parejas que vienen en Mercedes y buscan una prostituta transexual», relata.
El abogado llegó a este apostolado siguiendo el ejemplo de Salvador Íñiguez, a quien conoció a través de la película de Juan Manuel Cotelo Mary’s Land. «Le conocí en Barcelona y decidí hacer lo mismo. El primer día que fui por el Camp Nou le dije a una de las chicas que estaba rezándole a San Miguel y su respuesta fue girarse, destaparse la espalda y mostrarme un tatuaje enorme del arcángel», cuenta Sánchez Meya, quien no ha dejado de visitar este rincón de Barcelona cargado de rosarios, medallitas y estatuas de la Virgen.
Para el abogado, lo «bonito» del apostolado es el trabajo con cada una: ayudarlas en los trámites y en conseguir trabajo, escuchar sus historias, acompañarlas a una adoración eucarística… «Valentina es una prostituta trans que aún no ha dejado la calle –señala–, pero cuando la ves llorar frente al Santísimo entiendes por qué Jesús dijo que nos precederán en el Reino de los Cielos».
De la oscuridad a la luz
Durante su intervención en Valladolid, Sánchez Meya explicaba también el camino que recorrió interiormente antes de llegar a aquella primera noche en el Camp Nou. Habló de su familia –de la fe y fuerza de voluntad de su madre, de la mala relación con su padre– y de sus noches oscuras. Del aborto con su primera novia que no impidió, y de la violencia que sufrieron él y sus hijos a manos de su primera mujer, de quien se separó.
Relató los momentos más oscuros de su vida, y cómo todo cambió en un retiro de Emaús, al que acudió mientras pendía sobre él una condena penal por el juicio que siguió a la separación. «Le pedí a Dios que me demostrara que mi oración servía para algo, y justo después me llamó mi prima, por quien yo estaba rezando, para decirme que se había curado de un cáncer inoperable», relataba Sánchez Meya.Su primer matrimonio se declaró nulo y volvió a casarse. Con su mujer decidieron peregrinar a Medjugorje, curiosos por los relatos de apariciones de la Virgen.
«Allí descubrí a un Jesús que nos quiere con locura, un Jesús que no nos juzga desde lo alto de un estadio de fútbol, sino que está con nosotros, sufriendo por cada caída y cada falta», explicaba el abogado. Allí, cuenta, experimentó el amor de Dios, y junto a las prostitutas del Camp Nou experimentó la misericordia divina.Sánchez Meya terminó su testimonio citando a Edmund Burke –«para que el mal triunfe solo se necesita que los buenos no hagan nada»– y lanzando un nuevo reto al público. «Yo no os digo que hagáis lo que yo hago, pero sí que hagáis cosas, porque hay muchas miserias en la calle».