VÁZQUEZ-DODERO, José Luis. Orense, 1908 – Madrid, 03.II.2001. Escritor.
Era doctor en Derecho y en Políticas por la Complutense. Entregó la actividad de su vida a la acción cultural y monárquica, sustentadas ambas por inconmovibles principios morales. Formado en “Acción Española”, constituía un arquetipo de lo que Maeztu, su maestro y amigo, ansiaba para esta formación: una escuela de enamorados de la tradición española. El 17 de julio de 1936 acogió en su casa de la calle Velázquez a Maeztu. El 31 de julio unos milicianos condujeron a ambos a la cárcel de Ventas, de donde Maeztu salió para ser asesinado. Dodero fue acusado de haber retenido en su casa “documentos subversivos monárquicos”, por lo que permaneció retenido en ella hasta su absolución el 16 de enero siguiente, que se acogió a la legación madrileña de Panamá hasta el fin de la contienda.
Después de la guerra, y soslayando más de un ofrecimiento de responsabilidad oficial, se dedicó plenamente a la acción cultural y monárquica: fue miembro del Consejo Privado de Don Juan, fue asesor literario de Relaciones Culturales- que editaba un utilísimo Índice Cultural, de amplia difusión en centros españoles del Extranjero-, también desempeñó el cargo de Jefe de Colaboraciones de ABC y luego Director de Prensa Española, editorial que multiplicó bajo sus manos su actividad y prestigio, en la que se reservaba la conducción de una serie de libros de ensayo, “Vislumbres”, e impulsaba, aparte de otras colecciones populares, “El Soto”, colección de crítica y Filología que pronto ocupó un lugar de privilegio en los anaqueles de los hispanistas de medio mundo. Fue también preceptor de don Juan Carlos, príncipe de Asturias.
El ensayo, y en particular la critica literaria, fueron el destino preferente de su pluma, avalados ambos por una honda cultura humanística y una orientación abiertamente conservadora. Finisterre, Revista de Estudios Políticos, Ateneo, ABC y Nuestro Tiempo son testigos, entre otras publicaciones, de una firma responsable y solvente, que no se prodigaba en exceso, pero cuya calidad le granjeó importantes galardones: Premio Nacional de Periodismo, Premio Luca de Tena, Premio Nacional de Literatura Pardo Bazán (1956), etc. Una muestra elocuente de esta actividad lo constituyen “El mito del poder indefinido”, “Maeztu ante la muerte” (ABC, 2.11.52) o «Novelistas españoles de hoy, datos para un padrón» (1956), valioso opúsculo editado en Nuestro tiempo y luego ampliado en edición familiar con otras críticas de la misma revista poco después de su muerte. Guía segura de su formación, así como de su conocimiento de los clásicos españoles, fue sin duda Don Marcelino, a lo que habría que añadir, en lo puramente formal, el modelo estilístico de Juan Valera. “Todo realismo fue crítica”, solía repetir con la cita oportuna del santanderino. Pero la huella de Menéndez y Pelayo iba más allá: iba en la concepción de la critica como obra también de estilo; en la atención casi exclusiva a la estética de lo bello (nada deshumanizado o de vanguardia pertenecía a su mundo); en el carácter socialmente ejemplarizante de la literatura: en la consideración
de la obra literaria como creadora de realidad o de otra realidad –nunca como mera mimesis-y como reflejo de una Ética y una Filosofía. Dodero, en fin, concebía a las letras como destino obligado de una gran política y jamás como mero ejercicio formal e inocente; reconoció siempre en ellas, por lo tanto, un destino trascendente y proselitista de sus más sólidas ideas y creencias.
José Luis VARELA